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Tsundoku: Acumuladores de libros

  • Foto del escritor: librosalterego
    librosalterego
  • 9 abr 2020
  • 2 Min. de lectura

Muchos libreros, seguramente, empezaron así. Acumulando libros que querían leer, pese a tener una larga fila de libros previamente adquiridos que no habían siquiera abierto. Los lectores, amantes de libros (que pueden ser distintos unos de otros) son personas cuya tentación se sujeta en dos posibilidades: la facilidad de comprar libros (que, aunque costosos, no representan riesgo para la economía familiar) y el deseo de comprar un libro que podría volverse inhallable en otro momento, o cuya tentadora oferta se vuele irresistible.


Con esos dos elementos en la operación es lógico que muchos compradores de libros adquieran más de los que pueden leer (aunque los índices son disímiles, las diversas formas de lectura digital han ocupado el tiempo de lectura más allá de los libros de papel). Y si se tiene en cuenta que la vida no alcanza para leer más de 100 libros por año (a menos que tu trabajo esté muy relacionado con la lectura), es decir, un libro cada tres días, y que las oportunidades de compra son poco frecuentes para la enorme cantidad de títulos, autores y temas de nuestro interés, la ecuación muestra cierta lógica.

Sí, es probable que todos los compradores de libros compren más libros de los que pueden leer. En lo personal, en un buen año he llegado a leer cerca de 40 libros, entre los que incluyo varios en formato digital y relecturas. Si un aficionado a la lectura llega a los 36 libros (tres por mes, un libro leído cada diez días), quiere decir que por mes debe ir a una librería una única vez, o dos, cuando mucho. Si adquiere dos libros en cada visita, podría estar llegando a cuatro libros por mes, 48 títulos. Si se trata de un lector de menor ritmo y llega a los 20 títulos al año, si va una vez al mes a una librería y compra dos libros, ya tiene más de los que puede leer. No olvidemos que hay libros más gruesos, difíciles y otras condiciones que disminuyen el ritmo de lectura.

Aquí viene otro elemento en la operación lectora que puede alimentar el tsundoku. La aspiración de querer leer más se parece a la de viajar, solo que a un menor precio. La facilidad de convencernos que podemos leer más se parece a la del deportista o la del glotón que cree que puede más cuando aún no inicia la carrera o se sienta en frente del buffet. La convicción del lector que padece tsundoku suele ser bastante efímera y descontrolada, no lleva un detalle de su ritmo de lectura ni se preocupa por leer todo lo que compra, después de todo, la lectura es un acto individualista y los libros no tienen fecha de vencimiento.

No nos avergoncemos, menos cuando la maquinaria editorial hace que nuestros escritores favoritos publiquen a un ritmo mayor al que tenemos nosotros de poder leerlos. Las promociones, lanzamientos de colecciones, la globalización, que nos acerca a libros y autores de todo el mundo, y los incontables libros pasados que se acumulan en nuestra lista de deseos tienen un efecto sintomático. Comprar más libros de los que podemos leer más que una pesadilla debería ser el feliz sueño de tener la alacena repleta, lista para cuando se nos abra el apetito.


El librero


 
 
 

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